"Un día estaré viejo y no podré más manejar mi bici y ella se quedará en mi garaje como un trofeo de mis recuerdos.
Conocí personas con el mismo espíritu, las cuales me enseñaron algo, conocí otras que me alegra haberlas olvidado.
Algunas veces me mojé, pasé frío, sentí calor y miedo, me caí y me levanté, a veces me herí.
Pero también sonreí mucho dentro de un casco.
Hablé incontables veces conmigo mismo, canté y grité como un loco.
Sí, hubo veces en las que lloré.
Vi lugares maravillosos y tuve experiencias inolvidables.
Encaré curvas, de las que ni yo mismo sé cómo salí entero y después estuve en otras más peligrosas.
Paré mil veces para observar un paisaje y hablé con desconocidos totales, olvidándome de los que veo todos los días.
Rodé con mis hermanos y regresé a casa con paz en mi corazón.
Cada vez pensé que sería peligroso, pero siempre tenía presente que el significado de ser valiente es avanzar aún teniendo miedo.
Cada vez que monto en la bici pienso lo maravilloso que es tomar un camino, muchos de ellos sin un destino trazado.
Dejé de hablar con quien no entiende y aprendí a comunicarme con gestos... ¡Todos nosotros los entendemos!
Es muy cierto: No es un medio de transporte cómodo, no es un pedazo de fierro con dos ruedas, pero sí la parte perdida de mis sueños y espíritu.
Hay quienes dicen que para ser una persona más seria tendria que dejar de andar en bici.
No respondo, sólo sonrío y pienso: Para los que no entienden, ninguna explicación sería suficiente y para los que entienden… ¡ninguna es necesaria!
Es imposible explicar y hablar de paz y libertad a quien nunca rodó. Andar en bici... sólo sabe quien = rueda.
Bendiciones para todos mis hermanos ciclistas que viven esta “locura”.
UN CICLISTA".
Daniel Arroyave Gallego, un Ciclista.
(Clic acá para ver nota original)
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